Que ironía temerle tanto a una taza de café, mejor dicho al café en si mismo, a su olor, a su color y a su forma, a como lentamente se va convirtiendo de un bocado de cálida calma a un tempano de hielo desecho.
Me gusta esta habitación, la decoré yo misma, con estás manos que han de comer los gusanos. Las paredes son de color crema, las cortinas naranjas, la puerta es de madera, de un marrón precioso, he colocado dos mesas a cada extremo, una para leer y la otra para el ordenador, encima de cada una hay muchos recuerdos de cada viaje que hicimos juntos, en medio de las mesas hay estantes, llenos, repletos de libros, en las otras dos paredes dos pizarras y muchos cuadros, un corcho lleno de boletas y recordatorios, un religioso calendario y el reloj fucsia. En el medio de todo dos sofás medianos, uno para mi y otro por si alguna vez decido tener compañía. También hay un televisor viejo, muchas velas y luces amarillas ¡Qué bonito parece combinar todo si se usan luces amarillas!
Pero, le sigo temiendo a las tazas de café y al café, por eso no tengo una cafetera aquí, es lo único que falta para hacer la habitación perfecta.
Iré a dormir,
Morgana

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